sábado, 27 de octubre de 2012

Ulises Perelló y la guerra de Troya



“Canto a las armas y a ese hombre que de las costas de Troya llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad y trajo sus dioses al Lacio…”.

Así comienza una de las grandes obras de la literatura universal: La Eneida de Virgilio. Junto a La Ilíada y La Odisea homéricas, forman la tríada fundamental de la épica grecolatina, unidas por un tema común: la guerra de Troya.

La historia es bien conocida. Eris, diosa de la discordia, no fue invitada a la boda de Peleo y Tetis. Al saber que Hera, Afrodita y Atenea sí acudirían a la fiesta, perpetró su venganza: envió una manzana de oro con una inscripción que rezaba “para la más bella”. Como todas ellas se disputaban el trofeo, Zeus nombró a Paris, un príncipe troyano, juez de la liza. Cada una de las diosas le ofreció grandes recompensas, pero Paris eligió a Afrodita, que le había prometido el amor de Helena, la mujer más hermosa del mundo. Ante aquel juicio de Paris, Atenea y Hera prepararon la guerra contra Troya, a donde Paris y Helena habían huido. Esta decisión dio lugar a toda una década de asedios, combates y aventuras bélicas con episodios tan célebres como el del caballo en el que se escondieron los griegos para acceder a la ciudad de Troya.

Si polémico fue tener que decidir quién merecía la manzana de oro, peor resultó elegir como premio el amor de Helena. Una mujer bella, sí… pero casada con Menelao, rey de Esparta. Así que no le quedó más remedio que seducirla. El adjetivo “polémico”, griego como Helena, es el que mejor ilustra toda esta cuestión. Deriva de la palabra “polemós” (πολεμός), que quiere decir “guerra”.

Decisiones polémicas dan lugar a guerras, o al menos a terremotos como el que hemos vivido esta semana en el seno del C. B. Lucentum. Porque, en este caso, el BC Donetsk de Ucrania ha sido como Paris de Troya cortejando a Josep Maria Berrocal, bello entrenador pero ya comprometido con un equipo, el Lucentum de Alicante. Y, al igual que ocurrió entonces con el rapto de Helena, también los nuestros han tenido que librar una batalla en mitad de un panorama polémico. Una batalla cuyo escenario se hallaba a cientos de kilómetros: en tierras burgalesas, hacia las cuales los lucentinos partían en una expedición muy similar a La Odisea.

Odiseo, conocido como Ulises en la terminología latina, jamás pensó que habría de encabezar una de las aventuras más famosas de la historia: guiar a los griegos a combatir a Troya. Sin embargo, el destino le había escogido para ser protagonista de aquella travesía épica, única. En el ámbito lucentino, solo el destino puede explicar que le haya tocado a Rubén Perelló, hasta ahora segundo entrenador, ser el capitán de este ejército de jugadores de baloncesto en su salida a Burgos, territorio de su ex-equipo, a una pista, la de El Plantío, plagada de recuerdos para él.

Y así, con el coraje de quien no teme aceptar su destino, convertida la guerra abierta por el banquillo lucentino en oportunidad de oro para él, se planta Rubén Perelló con sus hombres en tierras del Cid, haciendo suya la máxima de “Audentes fortuna iuvat”. La suerte está del lado de los valientes.

Pocos alicientes más podía tener el partido. Se enfrentaban dos de los mejores equipos de la LEB, un técnico exlucentino frente a un exburgalés en una cancha difícil, jugadores que han militado en las filas de ambos equipos en pista y el morbo que siempre tienen los reencuentros cuando pasas de ser local para jugar como visitante. Expectación máxima. Y nuestro protagonista Perelló, con poco que perder y mucho que ganar.

Desde los primeros instantes del partido, que fueron una sucesión de triples de ida y vuelta, quedó claro que el Lucentum no había recorrido 650 kilómetros para dejar el juego en manos del Autocid. Rivero, tocado por las molestias, empezó, como siempre, repartiendo asistencias por doquier, y los triples dieron paso a un par de buenas jugadas de Guillermo Rejón. Sacando un carácter que no habíamos visto en jornadas anteriores, el Lucentum acabó el primer cuarto ligeramente por delante: 15 – 16. Los diez primeros minutos bastaron para dejarnos entrever, en el banquillo lucentino, a un técnico capaz de dirigir a un equipo que supo jugar de tú a tú contra su rival. Casi como si Perelló hubiera estado unos años trabajando con Casadevall y conociera perfectamente cómo atacarle y defenderle. Un verdadero caballo de Troya en el baloncesto.

El segundo cuarto permitió ampliar un poco más el margen, hasta los 5 – 7 puntos de ventaja. El duelo era muy reñido, pero los lucentinos estaban espléndidos en defensa, reboteando bien y haciendo apurar las posesiones al Burgos. El público protestaba ante algunas jugadas polémicas, pero los nuestros regalaban destellos de calidad, como un pase de la muerte de Middleton a Llorca para poner el 22 – 35 a tres minutos del descanso o un parcial de 10 – 0 con gran exhibición de Romà Bas. Ante las adversidades de una intensa semana en Alicante, los chicos de Perelló supieron encarnar las palabras del presidente del club, que estaba convencido de que los contratiempos unirían a la plantilla. Los lucentinos, que habían dejado a Burgos con tan solo 26 puntos al descanso, demostraban que lo que distingue a los grandes es su capacidad de crecerse ante las dificultades.

Once puntos de ventaja sacaba el Lucentum a su rival al comienzo de la segunda parte, que se ampliaría hasta el 26 – 40 de la mágica mano de nuestro tirador Rafa Huertas. Aún así, Jorge García, Sikma, Vinicius y compañía no iban a dar el partido por perdido, de modo que algunos errores en ataque y una antideportiva dudosa hacen que, en un minuto letal, la distancia se acorte drásticamente. El Plantío clamaba por la remontada cuando los suyos logran colocar un 40 – 41 a mitad del tercer cuarto. Pero el guerrero lucentino Coppenrath no iba a consentirlo, a pesar de que los troyanos de Burgos aprietan fuerte. Al igual que en el campo de batalla los ejércitos avanzan y retroceden, el Lucentum había perdido parte de la batalla en este cuarto, obnubilado quizá por los cantos de sirena. Pero un enorme Albert Sàbat, cual auténtico Aquiles de nuestro ejército, encabeza de nuevo el ataque a las filas burgalesas, decantando el parcial a nuestro favor. 44 – 56 dice el marcador. “Podemos ganar”, dicen las sonrisas del conjunto alicantino.

El último asalto comienza y el Lucentum parece que puede seguir manteniendo la distancia de salvación de los diez puntos. Sin embargo, la lucha se recrudece. A siete minutos del final, el Autocid está a siete puntos. A cinco minutos del final, el Autocid está a cinco puntos. A tres minutos del final, el Autocid está… a tres puntos. Leyendo muy bien el juego, Perelló pide un tiempo muerto para jugar en el campo con Rivero y Sàbat, mientras equipo y afición de Burgos presionan al máximo. De este modo, los locales, apenas en el último minuto de partido, logran colocarse a tan solo una canasta del triunfo. Pero como ya dijo Virgilio, la suerte está del lado de los valientes. Y todo el mundo sabe que la guerra de Troya la ganaron los griegos. 64 – 69 y un gran triunfo alicantino.


Con estas aventuras en lugares lejanos, tres mil años después, el C. B. Lucentum reescribe la historia de Troya. La historia de un hombre que, como Odiseo, fue tocado por los dioses para afrontar un destino único, plagado de peligros. Las hazañas de Rivero, Sàbat, Huertas, Bas, Llorca, Green, Fernández, Middleton, Coppenrath y Rejón, bajo las órdenes del Ulises Perelló. La expedición de diez guerreros lucentinos que viajaron a tierras hostiles a librar una batalla para la que el destino había escogido a un líder inesperado. La épica de unos hombres que partieron en busca de la gloria y, victoriosos, regresaron a casa, sanos y salvos, convertidos en héroes.

Escrito por Mar Galindo.-

0 comentarios:

Publicar un comentario

Comparte

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites