domingo, 7 de octubre de 2012

El ajedrez de Berrocal




Gari Kaspárov es, sin duda, el mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos. Y no solo porque, con 22 años, fuera proclamado el campeón del mundo más joven, sino porque fue capaz de estar en lo más alto de la clasificación de la FIDE (federación mundial de ajedrez, en sus siglas francesas) durante casi veinte años. Famosos fueron sus enfrentamientos con avanzadas computadoras como la Deep Blue de IBM. Pero si por algo será especialmente recordado, es por sus duelos con Anatoli Kárpov. Fue en la lucha de ambos por lograr el título de campeón mundial del año 1984 cuando se sucedió uno de los episodios más célebres de la historia del ajedrez.

Kárpov ganaba por cuatro a cero el campeonato: Un par de victorias más y el título sería suyo. Pero entonces, Kaspárov comenzó una serie de juegos que acabaron en tablas. Aquello consiguió desquiciar a su rival, hasta el punto de que la federación suspendió la prueba hasta 1985. Fue entonces cuando Kaspárov, por primera vez, se coronó como el mejor ajedrecista de la Tierra.

Quienes hemos asistido esta mañana al partido del C. B. Lucentum contra el C. B. Clavijo en el Centro de Tecnificación, hemos contemplado un espectáculo muy similar: un equipo que domina todo el partido hasta que su rival fuerza las tablas una y otra vez para conseguir la victoria final. Hasta tres prórrogas se han jugado hoy en Alicante, con victoria local. Y es que Berrocal tiene mucho de Kaspárov. ¿O acaso el baloncesto no es un juego de estrategia en el que cada pieza-jugador se mueve según unas reglas?

Josep Maria Berrocal lo tiene claro: salen blancas. Y en esa apertura del primer cuarto, hemos visto muy buenos minutos de una de las torres del equipo: Darryl Middleton, que nos ha demostrado en la pista todo lo que tiene que hacer un buen cinco: recibir y anotar bajo el aro, recuperar, bloquear. Las torres son piezas clave en el ajedrez, cuya misión es custodiar al rey y protegerlo del asedio exterior. Bien lo sabe Taylor Coppenrath, la gran torre del Lucentum, que ha acribillado una y otra vez el aro contrario y ha defendido con uñas y dientes el propio. Y todo ello, sabiendo enrocarse con el compañero con quien ha compartido minutos a cada momento, demostrando una gran conexión tanto con Rejón como con Middleton y Green, que le ha valido una valoración majestuosa: ¡49!.


Si en el primer cuarto el Knet Clavijo ha hecho jaque a nuestro rey una y otra vez, especialmente desde la línea de triples, en el segundo han sido nuestros caballos los que han tirado de casta lucentina para poner orden en el juego y conducirlo hacia la remontada. Sàbat, Rivero y un buen Kouril han marcado su territorio en el campo. ¿Quién no ha visto el más puro estilo de Pedro Llompart en un par de jugadas de Albert Sàbat en el último cuarto? En el ajedrez, como en el baloncesto, uno de los secretos del éxito es controlar el centro del tablero. Lástima que en la partida de hoy se hayan visto unos cuantos pasos no reglamentarios que han pasado desapercibidos para los árbitros.

En este intenso choque que se ha vivido cuarto a cuarto, y donde el Lucentum ha ido prácticamente siempre por detrás, también hemos visto buenos movimientos de los alfiles del equipo: esas piezas que se desplazan en diagonal y atacan al contrario desde el perímetro. Hoy en su papel hemos tenido a Rafa Huertas, Romà Bas y a Àlex Llorca, que no dejaba de espolear al público para que, con sus ánimos, sumara en el juego como una pieza más del tablero.


Cual ajedrecista que mueve sus piezas o trebejos según el ritmo de la partida, ha probado Berrocal con distintas combinaciones, que incluían cambios en los papeles de Jesús Fernández o Shaun Green. Incluso, con 85-86 en el marcador, el míster ha puesto en pista a Rivero y a Sàbat juntos. Ambos han sido los artífices del ataque, jaque a jaque, hasta el empate. Y es que una de las características de la plantilla confeccionada por Berrocal es su flexibilidad, puesto que muchos de los jugadores pueden rendir desde posiciones distintas. En términos ajedrecísticos, Berrocal se ha encargado de que muchos de sus peones sean capaces de dar un salto cualitativo para convertirse en dama sobre el tablero.


Cuarto a cuarto y prórroga tras prórroga, los jugadores del Lucentum han hecho suya una frase atribuida a Kárpov: «No es posible derrotar al adversario si se está dispuesto a aceptar unas tablas». Y eso es lo que ha sucedido. Tras tres tiempos extra de infarto que han tenido al aficionado con el corazón en un puño, el equipo ha dado el jaque mate definitivo.

Volvamos a Kaspárov. Como él, absolutamente todos los grandes ajedrecistas de la historia han comparado el milenario juego de blancas y negras con la vida. La vida, dicen, es como un tablero de ajedrez donde cada uno mueve sus piezas y hace valer su estrategia. El baloncesto, como hemos visto, también lo es. Y en el caso del Lucentum, la gran incógnita, que irá despejándose partido tras partido y jornada tras jornada, es qué jugador está llamado a ser la pieza fundamental del equipo, la más valiosa del tablero, capaz de cruzar el campo palmo a palmo, moverse en cualquier dirección y hacer valer su poder de asediar al rey desde cualquier punto. Hagan sus apuestas. Habrá de ser alguien capaz de, por ejemplo, jugar un partido con una costilla rota o rectificar su posición en el último segundo para clavar un triple ganador sobre la bocina. Esa pieza absolutamente codiciada que todos intentarán derribar en cada ataque, y en torno a la cual se articula la estrategia del jugador de ajedrez: la reina.


Mar Galindo


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