domingo, 21 de octubre de 2012

Porno para lucentinas


Todo el mundo sabe que las mujeres ni ven porno ni se masturban. Por eso han de buscar otras fuentes de placer que muevan sus pasiones. Y, en ese sentido, las lucentinas lo tenemos claro: a nosotras, lo que nos pone, es el Lucentum. Sin duda.

La búsqueda del placer, que parece una cuestión meramente física e instintiva, ha sido objeto de profundos debates filosóficos desde la Antigüedad. Grandes pensadores como el griego Epicuro de Samos fundaron toda una escuela de pensamiento en torno al secreto de la felicidad, que radica, ni más ni menos, que en disfrutar de los placeres de la vida, del cuerpo y del alma. “El placer es el principio y el fin de una vida feliz”, decía Epicuro. Es la base de la doctrina filosófica hedonista, y la razón por la cual hoy hemos acudido al Centro de Tecnificación a disfrutar del partido del C. B. Lucentum contra el Bàsquet Club River Andorra.

La mañana no acompañaba: frío, lluvia... otoño. Así que el mejor modo de entrar en calor para las lucentinas era vivir con toda la intensidad posible el partido y deleitarnos con el placer y la satisfacción de contemplar a un equipo con las ideas claras que cumple con su trabajo. Ese goce podía venir, perfectamente, de ver en pista a Taylor Coppenrath demostrando su calidad desde el primer minuto, sacando un 2+1 de aquí y de allá. O ese increíble placer de ver a Huertas armar el brazo para tirar un triple y saber, aun cuando el balón está en el aire, que su lanzamiento entrará. Esas son las pasiones que esperábamos desatar las lucentinas: la alegría de ver el triunfo del equipo, la mágica conexión entre jugadores y el éxtasis del balón en la red. Llevar al extremo la afirmación de Toni Kukoc: “Una canasta hace feliz a una persona. Una asistencia hace feliz a dos”. Un triunfo del Lucentum hace feliz a toda una ciudad.

Sin embargo, nos olvidábamos del verdadero sentido de la palabra “pasión”, que los latinos tomaron de los griegos y que, en realidad, significa “sufrimiento”. Porque, prácticamente desde el principio, esas han sido las pasiones que se han desatado en el pabellón, y que ha plasmado Josep Maria Berrocal con la visceralidad con que ha pedido su primer tiempo muerto cuando, quedando cuatro minutos y medio del primer cuarto, el equipo perdía 07 – 13. A partir de ahí, todo fueron sentimientos, sensaciones. Ni un minuto de tranquilidad. La peña Kali rompe el silencio para cantar “I si tots hi animem guanyarem”, mientras anota Green de espaldas al aro para poner el 09 – 15. El ansia de placer lucentino da paso a la impotencia y la rabia al ver cómo el River Andorra tira cómodamente de tres, cómo nos cortan los pases, cómo roban balones y se plantan en un cómodo 13 – 20 a menos de dos minutos del primer asalto.


Los Kali siguen cantando. Rubén Perelló, segundo entrenador, no puede contenerse y se levanta del asiento para gritar algunas instrucciones a los chicos. Quedan veinte segundos y el marcador luce 17 – 24. Tenemos el corazón en un puño cuando Jesús Fernández coge el balón y lanza de tres… pero no entra.


Continúa el sufrimiento. Berrocal se dirige a sus jugadores enérgicamente durante el breve descanso, con gran vehemencia. Y así comienza el segundo cuarto, con Sàbat, Fernández, Middleton, Bas y un velocísimo Llorca en pista, que arranca una falta antideportiva al River para ponernos 20 – 26. Pero, a pesar de que Llorca lucha con todas sus fuerzas por entrar a canasta, el River sigue tirando muy fácilmente de tres. Fallamos bajo el aro, no anotamos. Un triple estratosférico de Schreiner, a lo Felix Baumgartner, coloca un 20 – 29 que nos deja helados. Sigue el festín. Sufrimiento en el pabellón. El rival aumenta la distancia hasta los diez puntos. A Perelló le quema el asiento. Perdemos balones y nos hacen un mate solos, bajo el aro. Quedan seis minutos para el descanso que parecen eternos. Necesitamos reaccionar, así que la peña Kali pide “echarle huevos” al partido. Eso parece pensar Middleton, que se deja la piel por conseguir un rebote. Pero hoy, no. Con tres defensores lucentinos, el River encuentra aro. Perelló está cada vez más lejos de la silla. El míster hace mucho que se alejó de ella. No conseguimos imponer nuestro ritmo ni nuestro juego.

Suenan tambores de fondo, y un triple de Romà Bas nos devuelve a la vida. 30 – 37 a tres minutos del descanso. Le sigue un mate de Rejón que nos lleva al éxtasis. Ahora todos cantan con fuerza y el público aplaude a rabiar. “Eso es”, grita el speaker. Sí se puede. Luc Palmer baila en la grada. Estamos a cinco puntos y hay casi tres minutos. Tiempo muerto de ellos. Perelló por fin se sienta. Orgásmico.


La Kali despliega una gran bandera. Bas roba el balón y les hace perder la posesión. El público canta “Lu-cen-tum”. Sàbat dentro. A tres. Algunos espectadores se levantan de sus asientos. Las palmas ahora son atronadoras, hasta que una falta en ataque de Taylor Coppenrath devuelve el silencio al CdT. Poco más de un minuto y volvemos a estar siete abajo. Calma. Bota Sàbat y Huertas saca su garra con un triple que nos deja a cuatro. Última posesión para ellos. Atacan y fallan. Tiro a la desesperada de nuestro base, que no entra. 37 – 41. Nos quedan veinte minutos más de pasión. No en vano, suena en el pabellón “Euphoria”, de Loreen.

Hasta el momento, las lucentinas hemos sentido todo un torrente de emociones que ningún vídeo erótico podría desatar. Y la segunda parte no desmerecería.


Comienza el tercer cuarto con Rejón, Rivero, Bas, Huertas y Coppenrath en el campo. Pero el inicio no podía ser peor: canasta de ellos, pérdida nuestra, hacemos falta y encestan. Resultado: 37 – 45. Esto pinta mal. Perelló vuelve a estar en pie. Berrocal hace aspavientos. No se entienden nuestros atacantes, se cargan de faltas en defensa… y solo una zona nos salva de que el desastre sea mayor. Rivero intenta resucitar al equipo al compás de los cánticos de los aficionados y, por fin, llegan las buenas noticias: una falta a Taylor, que nos pone a siete puntos con siete minutos y medio por jugar. Menos mal, porque en tres minutos habíamos anotado un solo punto. Rivero maquilla la estadística con una bandeja que nos pone a cinco. Y vuelven las grandes emociones. Quedan seis minutos y Huertas clava otro triple increíble. ¿Quién dijo que los blancos no saben meterla? 45 – 47 y atacamos. La Kali atruena al son de “Alicanteee…”. La gente aplaude sin parar y Rejón remata para empatar. Ahora sí se entienden nuestros pívots. El River falla dos tiros libres y el rebote es nuestro. Todo el cuerpo técnico del Lucentum está en pie, delante del banquillo. Resuena “Alicante, oé…” por todo el pabellón. Intercambio de canastas y nos ponemos a un punto. Las peñas atruenan con sus tambores y Taylor hace lo que mejor se le da: sacar una falta bajo el aro. Los Kali corean su nombre. Silencio para los tiros libres. Dentro. A tres. Dos minutos. En pista Sàbat, Green, Huertas, Fernández y Coppenrath, que recibe un gran aplauso al ser sustituido por Middleton. Tambores de guerra. Un minuto. Tres abajo. Green recupera el balón que finalmente coge Huertas. El CdT entero espera un triple suyo, pero decide cambiar el ritmo y mostrar calma para desarrollar la jugada. No es posible. 55 – 58 para enfilar el último periodo.

Recta final del partido. Sigue la pasión, pero con visos de sufrimiento: la defensa hace aguas, perdemos balones, no jugamos ordenados… Han pasado dos minutos y el marcador no se mueve. Por fin, Green mete un triple y empatamos. Retumba todo el CdT. 58 – 58. Llorca atrapa un rebote defensivo y Fernández nos pone por delante por primera vez. Ahora, el pabellón es, de nuevo, esa olla a presión que siempre debió ser. Solo se oyen palmas y el “¡Vamos equipo!” del speaker. Atacamos. Rubén Perelló se levanta y se sienta, se sienta y se levanta. Quedan siete minutos y Huertas, desde el banquillo, pide intensidad. Apurando la posesión, Fernández nos lleva hasta el 62 – 58. Enloquece el CdT. El River pide tiempo muerto. Quedan seis minutos y medio y Luc Palmer hace palmas sin parar. Para entonces, sucede lo mismo que en la mejor definición de “orgasmo” que he leído: cada célula de mi cuerpo baila al compás del Lucentum.

Triple del River. Ganamos de uno. Quedan seis minutos. Todo por decidir. “Tiene que cantar todo el pabellón”, escucho de fondo. Vuelvo a tener el corazón en un puño con un triple lanzado por Sàbat… que no entra. Libres para ellos. Se ponen por delante. 62 – 63.


Se sienta Llorca y sale Huertas. ¿Para qué? Para demostrarnos, una vez más, que sabe meterla. Empate a 65. Berrocal y Perelló siguen de pie decidiendo la jugada. Ellos se han puesto cuatro arriba en un momento y quedan menos de cuatro minutos. Sin embargo, vuelve a salvarnos la gran conexión de nuestros pívots. Rejón se entiende a la perfección con Taylor, que mete de espaldas y de bolea una canasta imposible… y, como siempre, saca una falta. En ese momento, las protestas del entrenador visitante, Juan Peñarroya, le valen una técnica. Y entonces se desata la locura. I love this game! De la fantástica mano de Huertas, volvemos a empatar a 69. 69.

La alegría dura poco. Ellos también saben enchufar triples. Igualdad máxima. La conexión Rejón – Coppenrath vuelve a dar sus frutos. 73 – 72. Las gradas corean “Alicante…” y Perelló vuelve a la silla. En nuestro ataque, Taylor vuelve a ser, de nuevo, ese jugador capaz de sacar faltas de donde no las hay. 75 – 72 y menos de dos minutos. Máxima expectación cuando ellos nos empatan a falta de minuto y medio. Todos quieren el triunfo, y en esa lucha, hasta cuatro jugadores terminan por los suelos en busca del balón. Ahora vamos dos abajo y queda poco más de un minuto. Tiempo muerto. Posesión nuestra. Saca Huertas. Bota Rivero. Recibe Green. Huertas. Rejón bloquea. Green tira… fuera. Uuuuuffff. Quedan veinte segundos y hemos conseguido empatar a 77. El CdT presiona como en las grandes ocasiones. Pero Huertas comete una falta y son tiros para ellos. Dentro los dos. Un “zas, en toda la boca” en toda regla. Porque quedan 06’7 segundos y vamos dos abajo. Los dos equipos en bonus. Tiempo muerto. Suena “We will rock you”. Luc Palmer baila. Es el momento de marcar para ganar o, al menos, empatar. Pero Pedro Rivero, el encargado de jugársela, falla el tiro. Fin del partido.

Silencio en el pabellón. Frialdad. Sensación de lluvia. Ya es otoño en el CdT.

Es posible que las mujeres no vean porno ni se masturben. Por eso las lucentinas tenemos en el Centro de Tecnificación nuestro jardín de Epicuro y, en el Lucentum, nuestra fuente de placer. Esta mañana hemos vivido, como siempre, grandes emociones. Calor, energía, sufrimiento, vehemencia, lucha, movimiento, ataque, penetración, euforia. Y pasión, en el sentido más amplio y genuino de la palabra. Aunque hoy, este porno para lucentinas ha terminado siendo un coitus interruptus en la pista.


Y luego, chicas, en el banquillo teníamos a Albert Moncasi. Pero esa es otra historia.


Artículo de Mar Galindo.-

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