lunes, 10 de diciembre de 2012

Álex Llorca y la batalla de Zama



Si algo ha marcado el curso de los acontecimientos a lo largo de la Historia más que ninguna otra cosa, ha sido el ganar o perder una guerra. Batalla a batalla, conquista tras conquista, los pueblos han ido escribiendo su destino liderados por ejércitos que han cambiado el mundo a golpe de fuerza, estrategia, o simple y pura suerte. En ese sentido, uno de los debates que más pasión ha generado entre los historiadores (bien lo sabe el lucentino Alberto Pastor…) es el de qué habría pasado si los cartagineses hubieran ganado la batalla de Zama (202 a. C.) a los romanos. Muy probablemente, habría constituido la victoria definitiva en las Guerras Púnicas, y el golpe de muerte a Roma. Mucho se ha especulado respecto a cómo sería un mundo en el que el Mediterráneo se rigiera por los designios del pueblo fenicio. Qué hablaríamos ahora, cómo pensaríamos, cuál sería nuestra identidad. Qué habría sido de esa Hispania que los romanos arrebataron a los cartagineses, y que estos habían bautizado como “tierra de conejos”.

De igual modo, en el universo lucentino, mucho se especuló la semana pasada con qué habría pasado si Álex Llorca no hubiera recibido esa técnica por protestar la falta en el partido contra Ourense. Cómo habría acabado ese encuentro, y si esa pequeña batalla supuso realmente perder la guerra. Pero lo cierto es que, al igual que ocurre con la batalla de Zama, nadie sabe a ciencia cierta cómo se habría escrito la Historia. No podemos estar seguros de que Cartago hubiera sometido a Roma, ni podemos asegurar que el Lucentum hubiera derrotado finalmente al Ourense.

En lo que sí existe unanimidad histórica es en considerar a aquel general al mando de las tropas de Cartago como el mejor estratega militar de todos los tiempos. Un hombre de sangre ibérica que fue capaz de ganar, una tras otra, todas las batallas libradas en Italia y que no conoció la derrota hasta el combate en las llanuras africanas de Zama. Un hombre que pasaría a la historia por conseguir una de las más grandes hazañas militares de la Antigüedad: cruzar los Alpes con un ejército de elefantes para plantar batalla en su terreno a Roma, la otra gran potencia del Mediterráneo. El general cartaginés Aníbal Barca.

Aníbal basó su aprendizaje militar en la inteligencia y la astucia. Observando a sus maestros, desde muy pronto se ganó el respeto y admiración de sus soldados. Contaba solo 25 años cuando, debido a un imprevisto, tuvo que hacerse cargo del ejército de Cartago como comandante en jefe para librar toda una serie de batallas en tierras hispanas, liderando un ejército de soldados de distintas etnias que hablaban diferentes lenguas. Y la historia de este jovencísimo general se parece mucho a la del comandante de la nave lucentina. Un hombre con las mismas características que Aníbal, conocedor de la estrategia, respetado por sus soldados y que inesperadamente ha de asumir el mando de un grupo de hombres para plantar batalla en territorio hispano. Alguien que, como Aníbal, ganó todas las batallas pero que tuvo su particular tropiezo de Zama en Ourense.

Para suerte de Rubén Perelló, la batalla de Ourense no significaba el fin de una guerra. Una semana después, el destino le permitía librar un nuevo combate, también contra tropas gallegas. Y esta ocasión no la iba a desaprovechar Álex Llorca para redimirse de aquel error táctico.

El partido contra el Leyma Natura Básquet Coruña no empezaba bien. El equipo jugaba bastante desordenado, y parecía que únicamente Jesús Fernández estaba concentrado en la cancha. No habían pasado ni cuatro minutos cuando un preocupante 04 – 11 obliga a Perelló a detener el juego. El Coruña encuentra todos los huecos, Jonathan Kale se pasea tranquilamente por la zona y los nuestros no aciertan bajo el aro. Dos minutos después, el drama continúa. 06 – 15. El Centro de Tecnificación necesita ya a Sàbat en pista. Menos mal que nuestro francotirador Rafa Huertas mete un triple a lo Légolas para ir entrando en el partido. Con poco más de dos minutos por jugar, Sàbat, Llorca y Rejón entran como revulsivo y nuestra caballería nos deja un mejor sabor de boca con un triple de Sàbat, un reverso de Rejón y una gran canasta de Llorca, que reducen la desventaja a dos puntos. Ahora es cuando el general del ejército contrario, Antonio Herrera, tiene que replantear la batalla con los suyos. Guillermo Rejón nos regala una lección de intensidad a toda pista mientras Sàbat trata de poner cabeza sobre el parqué. Y así, con un esperanzador 17 – 19, acaban los diez primeros minutos.

Los mismos jinetes númidas de las tropas lucentinas abren el segundo cuarto. El Lucentum ataca bien, pero no encuentra aro. Rejón sigue demostrando que va a la carga con un supertapón y un robo que le cuesta la posesión a las hordas gallegas, y nuestra defensa ahoga a las fuerzas rivales, pero el marcador apenas se mueve. La batalla ahora es una sucesión de movimientos rápidos, quizá con alguna acción antirreglamentaria, pero la velocidad del juego no permite asestar ningún golpe mortal. Con 24 – 28 y aún cinco minutos por delante, el estratega Perelló da instrucciones a sus hombres. Taylor Coppenrath no es hoy la artillería pesada de otros partidos, y el ataque depende en demasía de Rejón, que a pesar de su empeño, no logra imponer su veteranía en la pintura. Estamos jugando muy lejos del tablero, pero al menos oponemos resistencia a sus ataques. Al filo del descanso, un triple de ellos tras una jugada espectacular deja el marcador en un 30 – 36 que presagiaba una igualada contienda en la segunda parte.

Efectivamente, así sería el tercer cuarto. Un fuego cruzado de triples entre ambos bandos hace bailar el marcador de empate en empate, y a pesar de la potencia exhibida por Rejón, el balón no llega a su destino. Tras un rifirrafe entre Green y Suka, nuestro romano entre las filas de Cartago, Romà Bas, aprovecha el río revuelto para meter de tres, pero el Lucentum no gestiona bien los últimos segundos del cuarto, que finaliza con un 56 – 53 nada definitivo.


Parecía que, de nuevo, los siguientes diez minutos serían un ir y venir de municiones de aro a aro. Sin embargo, desde el primer momento, el general Perelló mueve sus tropas en un ataque mortal. En uno de los ataques iniciales, la pelota pasa por todos los jugadores y parece que ninguno será capaz de resolver la jugada, pero Green encuentra el camino del triple. Bas se suma al festín del tres para poner la mayor ventaja hasta entonces: 62 – 53, y obligado tiempo muerto de Herrera. El cambio de estrategia operado por nuestro comandante, que había puesto en pista a Green, Llorca y Bas a la vez, ha surtido efecto. 07:30 minutos por jugar y es el turno de atacar con los elefantes. Fernández y Middleton a cancha. Y el partido, con un demoledor parcial de 15 – 0, toma un rumbo para el que no hay marcha atrás.

Álex Llorca sabe que le debe una a la afición lucentina, así que coge su fusil y nos regala una joya cruzando el balón por la espalda y consiguiendo una canasta a aro pasado. Se atreve, además, a rebotear y a seguir la genial estela de Albert Sàbat, que cuenta los puntos de tres en tres. Quedan cinco minutos de partido y el marcador ya está escandalosamente decantado del bando lucentino: 70 – 53. Ahora ya no podemos dejar escapar el triunfo. Esta batalla es casi nuestra. Pero el Coruña quiere plantar cara y Kale sale flechado a machacar y recorta distancias. Perelló no quiere sobresaltos y sus hombres responden a la perfección: Sàbat dirige en el campo y Rejón ejecuta. Fernández sonroja al rival poniendo un +20 en el marcador mientras la peña Kali canta sin parar “Volveremos a ACB”. Un gran grito de guerra para una batalla dura pero que rompe el maleficio gallego. 81 – 65 y ya terceros en la clasificación de la liga Adecco Oro.


Dice la leyenda que, tras la durísima travesía de los Alpes, Aníbal reunió a su ejército en la cima y, señalando las llanuras del Po, arengó a sus soldados a conquistar Roma. Su audacia, su valor y su espíritu combativo fueron las claves de su triunfo durante más de una década de guerras. El secreto del éxito de un ejército que, con menos recursos, fue capaz de poner a Roma contra las cuerdas a golpe de estrategia, astucia y un liderazgo indiscutible. El mejor táctico de todos los tiempos que, a buen seguro, habría sido un gran entrenador de baloncesto.

Nuestro general lucentino Rubén Perelló tiene en Aníbal Barca un gran espejo en el que mirarse. Y su gran soldado Álex Llorca nos ha dado una gran lección en esta lucha. En el encuentro contra el Leyma Coruña, ambos han sido capaces de reescribir la historia de la batalla de Zama dos mil años después. Frente a Aníbal, que nunca tuvo una segunda oportunidad contra Roma, nuestro ejército ha demostrado que sabe aprender de los errores y que, como él, está llamado a escribir su nombre entre los grandes.

Mar Galindo

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